Como siempre he contado, el yoga llegó a mi vida sin que yo fuera a buscarlo, se metió en mi casa, en mi coche, en mi ropa, en mi tiempo… De la mano de Azad, siendo testigo del nacimiento de tan gran pasión, acompañándolo en cada paso. Así fué que de pronto me di cuenta de que el yoga ya era algo mío, que ya formaba parte de mi y que estaba produciendo una serie de cambios en mi vivir que había estado buscando por otros medios y que no había conseguido alcanzar. Todo para bien, todo a mejor. Empezaron las clases, los retiros, los festivales, los encuentros… Y con ellos la necesidad de explorar y saber más, las formaciones, el Gong… Llegó también una nueva familia humana, nuevas maneras de relacionarme.

Me siento infinitamente afortunada por haber encontrado este camino. La vida me ha puesto en situaciones en las que he podido comprobar cuánto bien traen, cuánta sabiduría albergan y cuán poderosas son todas estas técnicas. Así que siento una inmensa gratitud hacia todas mis maestras y maestros, gratitud hacia mi pareja y gratitud porque ahí estás tú dispuesto o dispuesta a emprender un viaje de conciencia, a través de la experiencia, que ni te imaginas dónde te puede llevar. ¡Qué suerte habernos encontrado! Sat Nam.